Desechos esparcidos al azar
Estados Unidos frente al abismo. Joan Didion, in memoriam. Kirsten Stewart. "No mires arriba". La terrible experiencia Spotify. Y cómo inventar una canción.
Muy buenas, lectores.
Bienvenidxs de vuelta, qué bueno es verlos por acá otra vez. Desde la administración deseamos que tengan un excelente desembarco en el año cuatro (!!) de la pandemia.
Y, si no, que este mail –este post– les sirva de recuerdo: ha comenzado ya el maratón Reyes-Guadalupe.
Ahora sí, a lo nuestro.
El imperio bajo fuego
Comenzamos con un pequeño pronóstico del tiempo. Y es que se esperan, literalmente, lluvias anticipadas en el Ártico. Un efecto más del cambio climático.
Y, un poquito más abajo en el mapa, en la tierra de los libres y el hogar de los valientes, los ensayistas más serios y menos amarillistas advierten que en los Estados Unidos el pronóstico es igual de nublado.
Escribe David Remnick en The New Yorker sobre la nueva guerra civil de la que tanto se habla en aquel país norteamericano. ¿Habrá una en el futuro próximo? Posiblemente, pero no como la pensamos. No será un enfrentamiento cuerpo a cuerpo como su primer conflicto bélico interno. Sino algo parecido a lo que ya estamos viendo hoy en día:
She [Barbara F. Walter, a political scientist at the University of California San Diego] is careful to say that a twenty-first-century American civil war would bear no resemblance to the consuming and symmetrical conflict that was played out on the battlefields of the eighteen-sixties. Instead she foresees, if the worst comes about, an era of scattered yet persistent acts of violence: bombings, political assassinations, destabilizing acts of asymmetric warfare carried out by extremists groups that have coalesced via social media.
“We’re not headed to fascism or Putinism,” Levitsky told me, “but I do think we could be headed to recurring constitutional crises, periods of competitive authoritarian and minority rule, and episodes of pretty significant violence that could include bombings, assassinations, and rallies where people are killed. In 2020, we saw people being killed on the streets for political reasons. This isn’t apocalypse, but it is a horrendous place to be.”
Y es que, un año después de la violenta insurrección de los seguidores de Donald Trump, que ingresaron al Capitolio e intentaron detener la certificación del Colegio Electoral y por lo tanto la confirmación del triunfo de Biden en las elecciones de 2020, la democracia estadounidense se encuentra aún más frágil que entonces.
En la revista The Atlantic, David French elucubra sobre qué hubiera pasado aquel 6 de enero de 2021 si Mike Pence, el vicepresidente de Estados Unidos y hasta entonces fiel perrito faldero de Trump, decidía no certificar el triunfo de Joe Biden.
Fue un día, dice French, en que el experimento democrático estadounidense se hubiera acercado como nunca a la muerte, seguramente, o al menos habría sido herido de gravedad.
El experimentado periodista Matt Fuller, que cubre el Capitolio para The Daily Beast, recuerda un año después qué impacto tuvo aquel día en él, en su trabajo y en la forma en la que ve, con otros ojos, a los congresistas republicanos. Esos que, incluso después del inédito intento de revertir la voluntad de la abrumadora mayoría, votaron contra la certificación unas horas después:
Rather than an aberration, Jan. 6 is our new reality. And just as gerrymandering and Republicans trying to make voting harder have been baked into our expectations of democracy, it won’t be long until we just accept that Republicans will try to overturn elections they lost.
El acto hostil de escribir
Joan Didion es una de esas escritoras por las que uno se hace periodista. Escribir como ella es una de las aspiraciones de cualquiera que recorra este oficio más o menos desgastado. Es, quizá, la mejor exponente de que es posible llevar el periodismo más allá.
Didion decía que escribir es siempre un acto hostil. En una entrevista con la legendaria Paris Review, la californiana por antonomasia responde por qué escribió aquello:
Es hostil porque estás intentando hacerle ver algo a alguien de la forma en que tú lo ves, tratando de imponer tu idea, tu imagen. Es hostil tratar de doblegar la mente de alguien más. Muy a menudo quieres contarle a alguien tu sueño, o tu pesadilla. Bueno, pues nadie quiere escuchar acerca de los sueños de otros, buenos o malos. Nadie quiere ir por ahí sabiendo eso. El escritor está siempre engañando al lector para que escuche lo que soñó.
La grandísima crítica de libros Michiko Kakutani incluso volvió al New York Times para despedir a Didion, que murió el 23 de diciembre de 2021.
Otra gran escritora estadounidense, Zadie Smith, también escribe sobre Didion en la New Yorker:
En un punto de mi vida, sabía muy poco acerca de los autores, sus mitologías o sus biografías, e incluso cómo se veían físicamente. Sólo conocía sus oraciones. Consideré volver a ese cuarto para decirle un montón de cosas altamente emocionales a la gran escritora americana Joan Didion —de quien había aprendido tanto, quien había significado muchísimo para mí, personalmente— pero, recordando sus oraciones, decidí no hacerlo.
La española Elvira Lindo, otra muy buena escritora, dice en El País:
Tal vez la expresión más relevante de esos presagios sea el libro que la dio a conocer en España, “El año del pensamiento mágico”, que en nuestra manía de catalogarlo todo hemos clasificado como literatura del duelo, pero que para mí constituye su gran reportaje: un estudio hondo, parco, duro, brutal, sobre una mujer que de tener anclajes en la tierra se ve suspendida en el terreno que más nos aísla de otros seres humanos, el del dolor sin consuelo.
Una cesta de mercado llena de fruta de estación
Un sugerente ensayo de la fantástica Carissa Véliz, en Wired, donde se plantea la pregunta: Si las inteligencias artificiales comienzan a predecir el futuro, ¿seguimos siendo libres?
Kirsten Stewart es la mejor actriz de mi generación y este perfil en la New Yorker sólo lo confirma una vez más.
En el NYT se preguntan por qué el súbito e intenso interés de las juventudes por ver “Los Soprano” (una de las mejores series de TV de siempre, por cierto). “La nueva audiencia también ve algo diferente en ella: una parábola acerca de un país en un declive terminal”, sentencian.
El mejor tuit de 2021:
Una periodista infiltrada y el miedo de que se te acerque y te toque el asqueroso Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, hoy por suerte en la cárcel y a la espera de juicio: cómo se escribió el reportaje que destapó las redes de trata y prostitución en el PRI de la Ciudad de México, narrado en AM de Querétaro por el tremendo Daniel Lizárraga.
“La tendencia, representada en primer lugar por Spotify, a reducir la apreciación de la música a la métrica (donde, por ejemplo, ‘más escuchada’ es indiferenciable de ‘favorita’ o ‘mejor’)”, escribe Atahualpa Espinosa en este fabuloso ensayo en la revista La Tempestad, “es, además de un rasgo orientado a la eficiencia empresarial, una forma cómoda de defenderse ante las implicaciones profundas de la experiencia musical”.
¿Vieron la película “No mires arriba”? Don’t look up está en Netflix y, en la misma edición de La Tempestad, Fancisco Serratos escribe sobre el film y su intento de satirizar la época actual que vivimos en su texto “No miren arriba, miren al sistema”:
Vuelvo al principio: No miren arriba es el espejo de una sociedad específica cuya moralidad imperial está en crisis y, por ello, se repliega en su propio horror al ver cómo los valores liberales que tanto ensalza son trastornados por el tsunami del trumpismo, la desigualdad económica y el ultranacionalismo. El cometa no es el verdadero problema en la película sino la sociedad estadounidense derrotada, fagocitándose a sí misma.
Otra pregunta: ¿vieron el famoso –y viral– video de Paul McCartney componiendo Get back? Es increíble poder ver el milagro de la inspiración al lado de ni más ni menos el tedio que suponen el trabajo y el esfuerzo:
Sobre el video de Los Beatles, que sale en el documental de Peter Jackson para Dinsey+, escribe mi querido Diego Geddes en su Diario de la Procastinación:
Pero más veo el video y más crece una sensación angustiante, el rasgueo frenétido de Paul me incomoda, la desesperación por conseguir una canción, esa voluntad para el trabajo. Paul podría rendirse y sin embargo lo empuja una voluntad incesante. ¿Me pregunto de dónde viene ese impulso? Probablemente sea una mezcla de juventud y genio, pero también sospecho que hay otras cosas. El trasfondo de todo esto sería: no sé si necesitamos tanta intimidad.
Hablando del capitalismo tardío, Rest of the World reporta que trabajadores en Vietnam se tuvieron que quedar (!) a vivir (!!) en las fábricas (!!!) donde trabajaban para mantener los productos de Samsung disponibles en las tiendas y poder ser vendidos durante la pandemia.
Y una canción:
Gracias por leer. Gracias por ojear. Gracias, en fin, por abrir este mail incluso si es sólo para que la notificación en sus celulares desaparezca.
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—Manu.