Introducción
1. f. Acción y efecto de introducir o introducirse.
2. f. Preparación, disposición para llegar al fin propuesto.
3. f. Exordio de un discurso o preámbulo de una obra literaria o científica.
4. f. Entrada y trato familiar e íntimo con una persona.
5. f. Mús. Parte inicial, generalmente breve, de una obra instrumental o de cualquiera de sus tiempos.
6. f. Mús. Pieza musical que precede a ciertas obras teatrales.
Es decir: bienvenidxs,
Todo es muerte y destrucción
Los expertos en hambrunas no ven comparaciones en el pasado con lo que sucede en Gaza. Estamos en presencia de uno de los actos más viles en la historia reciente de la humanidad, cortesía de Israel; de su protector, Estados Unidos, y de su segundo padrino, Europa.
La escritora Sally Rooney publica un artículo en el Irish Times sobre la situación en Medio Oriente:
Pero lo que está sucediendo en Gaza no es sólo la guerra de Israel: es una guerra de Estados Unidos, y más particularmente es la guerra de Biden. Israel simplemente no podía darse el lujo de llevar a cabo este ataque prolongado y que requiere muchos recursos contra el pueblo palestino sin dinero y armamento estadounidenses.
Y Naomi Klein escribe en The Guardian sobre “La Zona de Interés”, la película basada en la novela de Martin Amis que habla sobre una familia que vive junto a un campo de concentración judío en plena Segunda Guerra Mundial y que ha ilustrado muy bien el presente aterrador que vivimos:
(…) con Israel ignorando descaradamente las órdenes de la Corte Internacional de Justicia, y con los gobiernos occidentales regañando suavemente a Israel mientras le envían más armas, el genocidio está volviendo a ser ambient una vez más, al menos para aquellos de nosotros que tenemos la suerte de vivir en los lados seguros de los muchos muros que dividen nuestro mundo. Corremos el riesgo de que continúe y se convierta en la banda sonora de la vida moderna. Ni siquiera el evento principal.
El estadounidense Hamzah Jihad Furqaani era conserje de un penal en Stockton, California, hasta hace algunas semanas. Musulmán convertido, el hombre de 56 años veía desde prisión cómo los israelíes masacraron –y lo siguen haciendo– a miles de mujeres niños y hombres. Entonces, decidió hacer una donación a las organizaciones que llevan ayuda a Gaza. Ganaba 13 centavos la hora en la cárcel. Trece centavos. Pero donó igualmente su dinero. Él mismo cuenta su historia en The Marshall Project:
Es un error común pensar que una vez que alguien ingresa a la cárcel o prisión, pierde el interés en el mundo exterior. El público asume que nuestras creencias, valores, política y capacidad para conectarnos con otros seres humanos se paralizan o, peor aún, desaparecen por completo.
Aunque ganaba 13 centavos la hora, sabía que se necesitarían muchos turnos para conseguir siquiera una donación de 10 dólares. Pero la cantidad en dólares era intrascendente para mí. Lo que importaba era la intención detrás del gesto.
La televisión no será revolucionada
Hablemos de frivolidades. Hollywood vive su peor momento. Y todo lo que viene sólo lo hará empeorar. Daniel Bessner reporta para Harpers la caída del imperio californiano:
Gracias a décadas de desregulación y a una oleada de dinero especulativo que golpeó por primera vez a la industria en los últimos tiempos, mientras la televisión de prestigio ascendía en los peldaños de la cultura, las corporaciones masivas de entretenimiento y medios de comunicación se habían estado tragando las pocas empresas más pequeñas que quedaban, y las firmas financieras se habían estado infiltrando en el negocio, moviéndose para reducir el riesgo y maximizar la eficiencia a toda costa, agotando a los escritores en condiciones cada vez más inestables.
Esto ha provocado engendros como el “adulto disney”. Lo cuenta Amelia Tait para The Newstatesman:
Y, de hecho, casi todo el mundo es ahora técnicamente un adulto de Disney —o al menos, parece difícil encontrar un adulto que nunca haya dado dinero a la corporación. Desde Marvel y Pixar hasta 21st Century Fox y Searchlight, Disney ahora posee una cantidad asombrosa de compañías de medios. En ese sentido, si ves Los Simpson o Star Wars, eres un adulto de Disney. Quizás seas un adulto de Disney si consumes documentales de National Geographic.
El control de Disney sobre los medios cinematográficos significa que la compañía no sólo puede convertir a todos en adultos de Disney, sino también desalentar las críticas al conglomerado.
Además, estamos cerca de la pérdida irreparable de muchos archivos del pasado. Hasta en eso morirá Hollywood. Es nuestra propia Alejandría cinematográfica. Lo cuentan Gary Baum y Carolyn Giardina en The Hollywood Reporter.
Y, por si eso fuera poco, la serie más vista del año pasado en streaming fue una de las más blandas, horribles, predecibles, simples, básicas series. “La Generación Z básicamente no tiene un sistema inmunológico para este tipo de procedimientos insustanciales y alivianos”, dice Sam Adams en Slate.
Por cierto, ¿quién mató la televisión de calidad? Para mí fueron David Benioff y D. B. Weiss con sus temporadas idiotas de Game of Thrones. Como todos sabemos, esa serie quedó inconclusa al terminar la cuarta temporada.
Mi Dune, mi Arrakis, mi Herbert
En ese sentido, quiero dejar aquí las críticas que me parecieron más adecuadas sobre la secuela de Dune, llamada ingeniosamente Dune 2: el regreso de Paul Atreides. Es una de las películas más flojas que he visto en años, y me duele porque Denis Villeneuve ha hecho al menos dos de mis películas más queridas de este siglo.
Un Dune sin árabe(s), borrado(s) totalmente en plena época de genocidio en Palestina, por si fuera poco. Escribe Manvir Singh para la New Yorker:
Por lo que hemos visto, Paul habla el lenguaje ficticio de Peterson. Sin subtítulos sería ininteligible. En el libro, sin embargo, la frase “Larga vida a los combatientes” está escrita como “Ya hya chouhada”, una referencia a un canto de celebración de la guerra de independencia de Argelia, que Herbert traduce en árabe afrancesado. Esta línea, más que cualquier otra, conecta la lucha de los Fremen con los recientes movimientos independentistas, convirtiéndolos de gente del espacio exterior en retratos del antiimperialismo.
El académico Khaldoun Khelil, basándose en su herencia palestina argelina, ha descrito el blanqueamiento de estos personajes como un efecto de la tendencia de los medios occidentales a retratar a los árabes como “tipos malos, fanáticos con demandas irrazonables y una religión extraña”. Porque “los árabes no pueden ser héroes”, escribe Khelil, “debemos ser borrados”.
“El colmo en la nueva Dune ”, dice Alonso Díaz de la Vega en su texto para Gatopardo, es que “hay fuego y peleas y sablazos y balazos, pero sobre todo hay personajes hablando, explicándose su mundo entre ellos, como marionetas conscientes de que alguien los mira y necesita entender qué hacen y por qué”.
Y es que a Dune 2: más arenoso que nunca, le falta también el Islam. Escribe Siddhant Adlakha en Joy Sauce:
El hecho de que la película no siga el camino tradicional del “salvador blanco” y subvierta su resultado no impide que estas mecánicas se arraiguen. El libro de Herbet –un producto de su época– sin duda tenía sus propios problemas de óptica racial y cultural. Sin embargo, al restar importancia a sus inspiraciones de esta manera específica, manteniendo intacta su esencia a través de nombres de inspiración árabe y persa y varias frases árabes (el apodo fremen de Paul es "Usul", que significa "base" o "fundamento"), la película resultante es árabe e islámica en su óptica superficial, pero revestido de un punto de vista político occidental. Borra, en el proceso, el espíritu revolucionario del material original.
Por no tener, Dune 2: ahora más bombas atómicas tampoco tiene metáforas. Escribe la genial Vicky Osterwell:
La narración literal y determinista de Dune, Barbie u Oppenheimer intenta volver a poner “el gato en la bolsa”, calmar al público con una visión estética aparentemente audaz, mientras que en realidad cuenta historias bastante aburridas y sin vida que exigen poco de la imaginación. No te preocupes, te lo explicaremos todo, no hace falta pensar, no hace falta imaginar.
Sobre esto último, ustedes no se han preguntado por qué todo lo que estrena, produce y publica Netflix se ve igual? Responde Gita Jackson en Vice.
Esto se extiende a El Problema de los Tres Cuerpos, la adaptación horripilante que hizo Netflix de la gran novela de sci-fi de este siglo con el mismo nombre. Argumenta Philip Maciak en The New Republic:
El panorama televisivo está amenazado por la IA, por la insulsa uniformidad, por las repeticiones rutinarias de valiosa propiedad intelectual, por la estética de descuentos masivos de ese “aspecto de Netflix”, pero programas que hacen alarde de su visión idiosincrásica, que se sienten hechos a mano incluso en sus errores, que tienen un autor claramente detrás de ellos, nos dan la sensación de que puede haber algo al otro lado de todo esto.
Y es por eso que es tan decepcionante ver El Problema de los Tres Cuerpos, una serie con recursos y pasarelas aparentemente infinitos, tan desinteresada en que la veamos por cualquier otro medio que no sea su historia meticulosamente traducida y transpuesta.
La decadencia es total
Internet mató muchas cosas, revivió otras tantas y nos trajo los peores monstruos de la razón. Pero además nos quitó algo: el placer de la sorpresa, lo desconocido, lo único. Lo explica Kiko Llaneras en JotDown.
A la misma conclusión llega W. David Marx en The Atlantic:
Las crecientes bases de datos de Internet, las redes de medios sociales en tiempo real y las plataformas de comercio electrónico que abarcan todo el mundo han hecho que casi todo se pueda buscar, conocer o comprar de inmediato, frenando el valor social de compartir cosas nuevas.
¿Se han preguntado por qué ahora es todo tan feo? La “““inteligencia””” artificial va a destruir la humanidad. Ya sea por su horripilante estética, su aún más decadente calidad literaria o porque nos conquistarán los robots.
¿Cómo romper con la cultura de la dopamina? Responde el siempre iluminado Ted Gioia:
Una vez muerto el antropoceno, que viva el antropoceno.
Y una crónica del ascenso y caída del imperio Vice, contada en The Verge por Elizabeth Lopatto.
Libertad de sexo. El argumento moral para permitir que los niños trans cambien sus cuerpos, escribe Andrea Long Chu sobre Judith Butler en la New York Magazine.
Además, la historia de un padre ultra conservador del sur de Estados Unidos que descubre que tiene una hija trans. La cuenta Heather Hollingsworth en la AP:
Antes de que su hija transgénero fuera suspendida después de usar el baño de niñas en su secundaria de Missouri. Antes del bullying y los intentos de suicidio. Antes de que ella abandonara la escuela.
Antes de todo eso, Dusty Farr era, en sus propias palabras, “un total intolerante”. Con lo que quiso decir que estaba ansioso por mantenerse alejado de cualquier persona LGBTQ+.
Ahora, sin embargo, después de todo, dice que no le importaría mucho si su hija de 16 años (y él la llama así con orgullo) le dijera que es una extraterrestre. Porque ella está viva. Porque ella sobrevivió.
Se cumplieron 30 años del suicidio de Kurt Cobain. Escribe Ezequiel Ambrustolo:
Cobain en esto llegó más lejos que su gran predecesor Ian Curtis, que no alcanzó a visualizar la potencia y el pathos de su mensaje subliminal. Cobain llegó donde no llegó Curtis: se hizo famoso, todos escuchamos su mensaje, y cuando no aguantó más, se fue. Los que no pueden más, se van.
Y escribe también Ezequiel en años pasados sobre Nevermind:
Cobain es la rebelión punk, pero es algo más, es el desencanto del mundo sin pose. Como si a Public Image Ltd le agregaras el Ian Curtis de Closer y el tamiz folk de Neil Young. Porque una de las grandes virtudes del grunge (el género más corto y suicida de la historia del rock) es que une y mezcla lo que parece incongregable: el folk y el punk, el noise y lo acústico.
Gracias por leer, gracias por estar. Los desvaríos proseguirán la marcha.
Y no olvidemos ni un minuto de este año ni de los que siguen que estamos viviendo en vivo y en directo el genocidio del pueblo palestino a manos de Israel. (Cómo ayudar).
—Manu.