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Una tal Tina Turner, una tal Siobhan Roy, el pelo de Timothée Chalamet, el cumpleaños de Kissinger, Oesterheld y la desaparición, y la muerte de Amis.
Una vez, en un bar de otro país, ya muy noche, sonó una canción que conocía y que formaba parte del soundtrack de mi vida. Una muchacha bastante borracha volteó a verme emocionada y, sin conocerme, me dijo: She is quite a girl, uh. Lo tomé como un mensaje de que todavía quedaba tiempo de una ronda más. No recuerdo el nombre de mi compañera de barra. Pero, obviamente, recuerdo que la de la radio era Tina Turner.
“Se me acaba de ocurrir”, escribe Wesley Morris en el NYT, “qué más es ‘Yo, Tina’. He leído este libro irritado, pero realmente nunca había pensado en ese título. Es una declaración, sí, la apuesta de un reclamo. También es el comienzo de una promesa. Para vivir, creo. Vivir tan plenamente, tan galácticamente, tan contagiosamente, con tanto atrevimiento, franqueza, entusiasmo y, sí, energía, que nadie lo va a creer cuando mueras”.
Se terminó Succession –hasta ahora la mejor del año cabeza a cabeza con The Last Of Us y a la espera de la segunda temporada de The Bear– y me gustó este análisis de Rhiannon Lucy Cosslett para The Guardian, donde ve a través del embarazo la decisión que Siobhan –Shivi Shivi– toma en los últimos minutos de la serie:
Es inútil ignorarlo: en un programa sobre linajes, este embarazo es central. El cuerpo de Shiv se transforma ante nosotros. (…) Quiere de regreso al padre de su hijo, un hombre por el que siempre ha mostrado desprecio. Parte de esto se debe a que él ya no la quiere, y eso replica la relación que ella tiene con su padre: Succession es muy inteligente sobre cómo la dinámica familiar puede repercutir a través de las generaciones.
(…)
Lo que finalmente elige es la familia que está construyendo, no la que la construyó a ella: elige salvar a su bebé de la toxicidad de esa herencia y, al hacerlo, recuperar a su padre. Es, creo, su primer acto maternal. También es muy oscuro.
Estamos en el mes del Orgullo y, como cada año, los excelentes reporteros investigadores de Popular Opinion nos traen un recuento de 25 empresas que presumen banderitas de arcoiris y progresismo, pero que al mismo tiempo donaron millones de dólares a políticos anti-LGBTQ+:
Hablando de compañías: a las empresas siempre les encanta presumirse las más progres y modernas del mundo hasta que sus trabajadores, cansados de las condiciones, deciden sindicalizarse.
Chioma Nnadi dice en la Vogue británica que el “evento principal”, cuando se trata de encontrarse con Timothée Chalamet, es… su pelo. Coincido.
Pablo Duarte escribe un ensayo en Gatopardo a propósito de la reedición de El Eternauta, la primera novela gráfica latinoamericana. “Héctor Germán Oesterheld fue autor del fenomenal cómic y su trama —lo haya querido él o no— tiene una resonancia siniestra con su propia desaparición a manos de los militares”:
“Antes de ser asesinado por una dictadura cruenta, antes de ser desaparecido, Oesterheld era prolífico como pocos. Escribía guiones de historietas que firmaba con su nombre, y otras tantas que firmaba con pseudónimo. La imaginación suya era un hervidero. Un hervidero que solo frenó la desaparición forzada”.
Casi las tres cuartas partes de las películas de la época dorada de Hollywood se han perdido. En una época donde los servicios de streaming retiran de su catálogo series y largometrajes, documentales y caricaturas, para evitar pagar derechos, conviene preguntarse si no estamos viviendo una segunda etapa parecida a aquella: quizá en 100 años no quede casi nada de lo que se produjo en nuestro tiempo.
Ah, no se olviden felicitar al criminal de guerra, autor intelectual de múltiples delitos de lesa humanidad y, por su puesto, Nobel de la Paz: cumplió 100 años Henry Kissinger, desafiando el dicho aquel del mal que no dura tanto.
¿Twitter es ahora una red social de derecha? Sí, sin dudas, desde la llegada de Elon Musk. Aquí lo argumenta Charlie Warzel para The Atlantic. Y el que no lo quiera ver es porque debe estar tan a la derecha que los cambios le parecen razonables. Acá completa la idea Arwa Mahdawi.
Un poema de Julián Herbert en Letras Libres:
(No entendí tu poema)
Me dio asco que hablara de dolores de muelas en las muelas de otros.
Parecía una lista de pendientes domésticos.
Algo en su interior me dice que estamos solos.
Se tapa los oídos cuando roba.
Hay demasiado hermetismo y vanidad en su tejido de referencias.
No ayuda a que los jóvenes lean más.
Le falta idolatría.
Parece un dibujo del cielo pegado con cinta scotch en el cielo.
Sutura heridas reales con mímica.
Sabe a ajo.
(Acá está completo).
La muerte dos veces: cuando mueres y cuando dejas de existir en internet:
En estos tiempos nunca está de más repetirlo: la migración es buena para los países:
Murió Martin Amis, un escritor fascinante. Fue a causa de un cáncer de esófago, lo mismo que mató a Christopher Hitchens –su gran amigo y excelente ensayista– en 2011. El tipo era derechoso, bastante misógino y un pequeño hijo de puta. Pero qué estilo para escribir, la verdad. Nada borra nada, ni nada excusa nada. No vengo con una moraleja. Vengo a invitarlos a decidir por ustedes mismos si leerlo o ignorarlo. Escribe A.O. Scott en el Times:
Un gigante, sí, pero también un escritor familiar, provocador y de algún modo accesible. Alguien a quien puedes envidiar tanto como admirar, resentir tanto como respetar.
Si buscas “Pynchon” lo suficientemente abajo en Spotify, te sale Pancho Barraza. O quizá sólo sea mi algoritmo.
—Manu.
Posdata: Cormac McCarthy, el mejor escritor de su generación, murió durante la edición de este newsletter. La próxima entrega seguramente lo tenga de protagonista. Mientras tanto, un adelanto.